Professeur de Relations internationales à l'Université d'Edimbourg, écrivain et scientifique, Peter Ritchie Calder (Royaume-Uni) est lauréat du Prix UNESCO Kalinga pour la Science (1961).
En 1959, la UNESCO organizó una Conferencia Internacional sobre Tratamiento Digital de la Información, que reunió a 2.000 expertos de 37 países diferentes. Las máquinas operadas por los especialistas que participaron en esta reunión pueden resolver problemas extraordinariamente complejos a velocidades fantásticas; sus memorias mecánicas pueden almacenar una cantidad prodigiosa de información; son capaces de aprender a "pensar", de regular el funcionamiento de otras máquinas, de asegurar que un satélite artificial entre en su órbita o que un cohete se lance a la Luna.
Peter Ritchie Calder
¿Cómo el animal que huye, al acercarse un halcón, ha podido reconocer su forma o su sombra y escapar a sus garras? ¿Cómo puede un niño decirnos de qué modelo es un avión que pasa volando a gran altura? ¿De qué manera reconocemos la A como la primera letra del alfabeto? O ¿cómo distinguimos el acento del sur de los Estados Unidos del de Brooklyn, o una palabra pronunciada en francés de otra pronunciada en ruso? Todo ello resulta de la "identificación de las estructuras", es decir del reconocimiento de los sonidos o de las formas. En un fenómeno que se basa en el recuerdo de formas o de sonidos que se comparan con otros y se asocian a ciertos conceptos. De ese modo, las especies a las que ataca el halcón son capaces de distinguir su forma de la de un ave inofensiva y de asociarla a la idea de peligro. El niño reconoce en el cielo el tipo de un avion determinado por haberlo visto re¬ presentado en una fotografía. El aspecto de las diferentes letras del alfabeto está inscrito en nuestra memoria. Llegamos a identificar el acento o la lengua de un interlocutor por comparación con los sonidos que ya hemos oído y registrado en nuestro cerebro.
La "identificación de las estructuras" ocupó un lugar muy importante en los debates de la Conferencia Internacional sobre la Elaboración Numérica de Datos, organizada por la Unesco en París (15-20 de junio de 1959) a la que asistieron 2.000 expertos de 37 países.
Las máquinas de que se ocupan los especialistas que participaron en esa reunión pueden resolver, a velocidades fantásticas, problemas de una complejidad extraordinaria; sus "memorias" mecánicas pueden almacenar una cantidad prodigiosa de datos; son capaces de aprender a "pensar", de controlar el funcionamiento de otras máquinas, de colocar satélites artificiales en su órbita, o de dirigir cohetes hacia la luna; en fin, pueden traducir de una lengua a otra.
Esos resultados se obtienen gracias a la "programación". Los expertos encuentran la manera de almacenar en la máquina todos los datos útiles y de comunicarles las instrucciones necesarias para el empleo o la localización de esos datos. El "programa" es una clave numérica, análoga a la de los servicios secretos, clave que las células del cerebro electrónico son capaces de descifrar. Los 16 datos y las instrucciones deben introducirse en la máquina en forma de fichas o de cintas perforadas. Aunque la parte electrónica de una máquina puede elaborar por lo menos 10.000 "bits" (posiciones binarias) por segundo, en cambio, requiere un tiempo considerable la elaboración de los "programas" y la perforación de las fichas o bandas, donde figuran las "instrucciones".
Supongamos, por ejemplo, que se quiera traducir al ruso un texto francés: ese texto debe mecanografiarse primero con una máquina que transforma los caracteres impresos en signos perforados. La máquina de traducir analiza luego esos signos, y compara las palabras francesas con las de los diccionarios que se han registrado en su memoria por medio de fichas o bandas perforadas. Las palabras rusas se inscriben, a su vez, en una banda perforada que hace funcionar una máquina de escribir eléctrica.
Indudablemente, el ideal sería poner la máquina ante una página impresa y que diera una traducción también impresa. Incluso sería más útil que la máquina pudiera captar la voz de un orador que hablara en francés y tradujera al ruso lo éste dijera, ya sea por escrito u oralmente gracias a una "voz artificial". Así la máquina podría reemplazar a esos lingüistas de espíritu ágil que en las conferencias internacionales efectúan actualmente la interpretación simultánea de los debates.
Por el momento, todo eso es más bien un deseo que una realidad, a juicio de los especialistas. Sin embargo, los participantes en la Conferencia de la Unesco se mostraron llenos de optimismo acerca de las posibilidades que se ofrecen en la esfera técnica. Hace doce años, era ínfimo el número de personas que se ocupaban de las calculadoras, mientras que hoy se cuentan por cientos de millares en el mundo entero. Al mismo tiempo, los aparatos de que se disponía al principio, apenas capaces de efectuar sencillas operaciones aritméticas se han convertido en verdaderos "cerebros mecánicos" dotados de facultades extrañamente humanas. Hacerlas aptas para "identificar estructuras" es sólo una cuestión de tiempo.
¿Qué exigirá todo ello? La percepción de una imagen y su transmisión por procedimientos electrónicos ya no plantea ninguna dificultad: así es como la imagen registrada por la cámara de televisión se convierte en señales eléctricas que vuelven a formar en la pantalla del receptor una imagen idéntica. El telespectador es quien hace luego la "identificación de las estructuras". Del mismo modo el teléfono y la radio convierten la voz en señales que reproducen a distancia una voz idéntica; pero también en ese caso es un auditor humano quien "identifica las estructuras".
Por otra parte, las imágenes y las voces pueden almacenarse en una memoria electrónica. Las imágenes de la televisión también pueden almacenarse, no sólo en forma de películas como las que emplea el cine, sino en forma de señales grabadas en una cinta magnética, que más tarde reproducirá fielmente las mismas imágenes en la pantalla del receptor. Naturalmente, los sonidos también pueden reproducirse por medio de grabaciones magnéticas.
Otro notable invento consiste en un mecanismo que permite captar una voz, analizar sus frecuencias y transmitirlas a distancia en forma de clave, del mismo modo que puede telegrafiarse un mensaje en vez de telefonearlo. Luego, los signos son descifrados por un aparato receptor que los vuelve a convertir en sonidos, en forma de una "voz artificial" bastante parecida a la de la persona que ha enviado el mensaje, de la que incluso puede reproducir, por ejemplo, el acento escocés.
Con ello se ha franqueado otra etapa hacia la "identificación de las estructuras". En efecto, el aparato que acabamos de ver sabe distinguir dos pronunciaciones diferentes de una misma palabra (no confunde, por ejemplo, el "formidable" de los franceses con el "formid'ble" de los anglosajones).
Sin embargo, las dificultades técnicas que todavía hay que vencer son formidables (pronuncíese como se pronuncie), ya que para poder "identificar las estructuras" es preciso que la máquina sea capaz no sólo de almacenar imágenes, sino también de compararlas, es decir de asociarlas con las ideas que representan. No se trata sólo de que reconozca la letra A, sino que identifique además en ella la primera letra del alfabeto. Del mismo modo, el número "2" ya no será sólo una cifra utilizada corrientemente por las calculadoras numéricas, sino una imagen que hay que recomponer. Desde el punto de vista aritmético "2" es 1 más 1 es decir tres "bits", pero, como señalaron los hombres de ciencia japoneses en sus informes que presentaron a la Conferencia acerca de la "identificación de las estructuras" se necesitan 120 "bits" para poder identificar la imagen del "2".
Además, los matemáticos también se preocupan de la "identificación de las estructuras" por medio de las máquinas, porque quisieran disponer de calculadoras capaces de trabajar no sólo con ecuaciones aritméticas, sino con formas geométricas y aún con volúmenes.
La "identificación de las estructuras" podrá encontrar otra aplicación inmediata y relativamente fácil en la esfera de los resúmenes analíticos. Se trata de enseñar a la máquina a extraer de los documentos científicos los elementos que permitan identificar al autor, las frases más adecuadas para dar una idea del contenido. De lograr esto, constituiría una ventaja inconmensurable para la difusión de la información.
Las máquinas de calcular al servicio de la investigación científica, julio-agosto de 1951